martes, octubre 23, 2007

Irvine Welsh: un gigante escocés en Colombia


En el antebrazo izquierdo Irvine Welsh tiene tatuada una calavera sonriente que luce un sombrero de copa alto y, entre las manos huesudas, dos dados. El tatuaje, ya descolorido y un poco borroso, es testamento de las épocas más agitadas de este escritor escocés de 49 años nacido en una familia de clase obrera. Mientras toma un jugo de mora con pitillo, cuenta que su mejor amigo y él entraron completamente ebrios a una casa de tatuajes. Iban a sellar su amistad con alguna marca indeleble, pero no alcanzó el tatuador a taladrar la primera línea sobre la piel de Irvine cuando ya su cómplice había escapado del lugar.

De su vida pasada, de cuando era heroinómano y tomador empedernido, Irvine guarda una cicatriz irregular de unos tres centímetros encima de la oreja izquierda y un libro que ya es sinónimo de rebelión: Trainspotting. Esta novela basada en los diarios que escribía cuando era drogadicto, lo lanzó al estrellato mundial cuando el director inglés Danny Boyle la adaptó al cine en 1996.

Trainspotting, una novela insolente y violenta que narra la vida de un grupo de drogadictos de Edimburgo, es a la vez el canto moribundo de una generación destrozada por las drogas y el desempleo y una celebración del desenfreno y la irreverencia de la juventud. Hablando sobre nuestras generaciones, tan preocupadas por hacer una carrera impecable y acumular bienes, Welsh comenta: “No hay nada más triste que ver a los jóvenes tratando de encajar, pensando cómo vestirse. ¡Maldita sea! Disfruten mientras puedan. En este mundo en el que vivimos, los estudiantes se gradúan antes de tener la oportunidad de enloquecerse”.

Aunque la fama y el dinero alejaron a Welsh del submundo que retrata algunas de sus novelas, él dice que todavía se reúne con los amigos de Edimburgo que sobrevivieron a esa época oscura y con las familias de otros amigos, los que en los últimos años murieron por culpa del sida o de sobredosis. Pero el pasado no parece pesarle al autor, quien afirma que Trainspotting no es una sombra en su carrera sino una oportunidad para escribir lo que quiere escribir. Hasta el momento ha publicado seis novelas, tres libros de cuentos cortos, dos obras de teatro y un guión para cine.

En septiembre Welsh publicó una colección de cuentos titulada If you liked school, you’ll love work (Si te gustó el colegio, el trabajo te gustará más). No obstante, él no vino a Colombia para promocionar este libro, que aún no ha sido traducido al español. Mauricio Ojeda, del Círculo de Lectores, y Ana Roda, coordinadora de Bogotá Capital Mundial del Libro, invitaron al escritor hace casi un año y éste aceptó complacido. “Ya conocía muchos países de Latinoamérica y el Caribe: Panamá, Costa Rica, Trinidad y Tobago, Chile, Brasil... Pero nunca había venido a Colombia”.

A diferencia de otros viajes de trabajo, en este él y su esposa Elizabeth también van a pasear. “Estamos cansados de pasar solo unos días en las ciudades. Yo camino por ahí, pero Irvine no conoce nada”, cuenta Elizabeth, una joven estadounidense de 27 años quien acabó de terminó su pregrado en Historia.

Después de los compromisos literarios –una charla de Bogotá Capital Mundial del Libro y la premiación del concurso de cuento organizado por Radiónica, 4Cuartos y el Círculo de Lectores, en Billares Londres– Irvine y su esposa recorrieron el centro de Bogotá, ciudad a la que volvieron por una noche después de pasar cinco días en Cartagena.

Welsh, que es considerado como uno de los escritores británicos más divertidos y sucios, es un gigante sonriente que goza su trabajo: escribir y viajar para hablar de lo que escribe. Y si en sus libros abundan drogas, perversión, humor negro, bromas cochinas y sexo, en persona Welsh es tan o más educado que el yerno ideal. En Billares Londres hizo muecas cuando le ofrecieron un whisky y confesó en medio de risotadas que, como buen escocés, este trago en particular le hace daño. “Tomo solo por temporadas y lo hago por rachas de tres o cuatro días seguidos. Lo único que me molesta de no tomar todos los días es que soy hipocondríaco y al menos la resaca explica los dolores que siento en las mañanas”.

En la fiesta de Billares Londres un fan le amarró una pulsera en la muñeca derecha. Esa noche la mostró emocionado a pesar de no saber qué era esa cinta tricolor. Tres días después, en un restaurante de Usaquén mientras preguntaba emocionado sobre el partido Brasil-Colombia, al tiempo que se relamía por la perspectiva de comer unas costillas de cerdo tras haberse empacado una generosa porción de roast beef y un jugo de tamarindo, todavía tenía puesta la pulsera.

Catalina Holguín Jaramillo, especial para CROMOS

No hay comentarios.: